Cuando nos encontramos ante un obstáculo tenemos diferentes opciones para enfrentarlo: lo podemos rodear, saltar, romper, ignorar o simplemente sentarnos a esperar a que se desintegre con el tiempo.
También podemos interpretarlo de muchas maneras: como señal de alerta, salvación de tomar malas decisiones o impulsor hacia un resultado que no nos atrevíamos a manifestar de cuenta propia.
No importa cómo se enfrente o interprete, un obstáculo no es necesariamente algo que nos perjudica, cuando aprendemos a leerlo.
Personalmente, no estoy de acuerdo con aquellas formas de pensar en donde te dicen que visualices una vida sin obstáculos, que los veas desintegrarse casi casi bajo un hechizo mágico para que ya no vuelvan a aparecer en tu vida y prácticamente que los niegues, escondas o te relaciones con ellos desde una perspectiva donde son la imagen del “mal karma” o de “mala racha”.
Si bien es cierto que un obstáculo no es agradable de enfrentar, en principio, no necesariamente es algo malo en tu vida… pregunten a todas esas personas que evitaron algún mal mayor por perder una cita, un vuelo, o quedarse dormidos. También podemos preguntar a aquellos que se quedaron atorados en un elevador, tomaron una ruta equivocada o perdieron un negocio para ganar algo más valioso, conocer a esa persona especial o simplemente permitirse disfrutar de un excelente reencuentro con alguien a quien no veían hace tiempo.
Por eso, y en esencia, un obstáculo es simplemente una pausa necesaria que la mayoría de nosotros no sabe qué hacer con ella ni cómo leerla.
Entre mis amigos, familia y las personas con quienes he trabajado los momentos mágicos, las lecciones importantes siempre han estado en medio de “¡tenemos una situación!” y un “espera un momento, cuéntame qué pasa”.
La situación puede ser de trabajo, personal, del corazón no importa y el “cuéntame qué pasa” es ese espacio donde tu desahogas todo tu sentir, lo que traes en la cabeza, todo ese lío de cables. Lo haces con alguien que lo puede ver de una manera tranquila y objetiva, siendo posible ofrecer una perspectiva diferente usualmente junto con un consejo, si lo pides, para saber qué alternativas te presenta el “obstáculo”.
Esto me recuerda a uno de mis tíos, ese que todos tenemos a quien le puedes contar de todo. No importa si le llegas con un dilema existencial o necesitas que te ayude a arreglar algo que aparentemente ya no da más, su frase es “a ver muchachita, déjame ver” y ¡pas! Te pone en modo pausa. Está demás decir que, la mayoría de las veces, el arreglo sí es posible y tu dilema no era tan existencial y sí tenía salida.
Un obstáculo, si te enfrentas a él con ira, con temor, pensando en que es lo peor que te pudo haber pasado y que destruye todos tus planes es muy probable que se materialice de esa manera. Tú mismo te vas a colocar en una posición en donde solo ves la pared, no ves que a cada lado de ella no hay nada y que la puedes rodear fácilmente.
Te enfocas en cada ladrillo y te acercas a ellos, con lo cual dan la apariencia de que son enormes. ¿Qué pasaría si te alejaras un poco para ver un panorama mayor?, ¿puedes ver pasillos que te conducen a la salida? Quizás notes alguna puerta, una ventana u otro camino mejor que el que pensabas tomar.
Nuestra reacción humana a un obstáculo es de rechazo y confrontación, pues algo no salió como deseábamos o tenemos que enfrentar miedos e inseguridades que se prolongan más de lo que pensamos que podemos aguantar.
Ayer, platicando con mis amigas, mencionaron la palabra resiliencia, que es la capacidad que tenemos para superar circunstancias traumáticas de la vida. Esto es lo que necesitamos reconocer dentro de nosotros mismos para poder transformar nuestros obstáculos en puertas que nos lleven a un lugar, no solo diferente, sino a veces mejor.
Aferrarnos a nuestros patrones, a nuestras ideas, al “debe ser”, no solo nos resta opciones, sino que nos hace más difícil cultivar esta capacidad. Hay cosas que podemos controlar y otras que no está en nuestras manos hacerlo, y simplemente tenemos que trabajar con lo que hay y como se nos presenta.
Todos tenemos el poder de mover nuestra vida hacia donde deseemos, todos podemos cambiar las situaciones que nos incomodan. Para esto es necesario abrirnos a nuevas opciones, aprender a ver la vida y las situaciones de manera diferente y considerar opciones que quizás no hubiéramos pensado en otro momento.
Una de las muchas oportunidades escondidas que hemos recibido con nuestra situación actual es precisamente eso: aprender a salirnos de los patrones de siempre, aprender a darle vuelta a lo que considerábamos como obstáculo y ver que detrás de esa pared se encontraba nuestro sueño perdido, una habilidad que no conocíamos, un nuevo negocio que descubrimos, un reencuentro con nosotros mismos que el ritmo de la vida no nos permitía.
Por eso, la próxima vez que escuches la frase “regresar a la normalidad”, te sugiero que la transformes en “continuar hacia lo que sigue”. ¿Ya pensaste qué es lo que deseas construir ahora?